"¿El sentido de la vida? Primero, procurar no fallar; luego, procurar fallar sin desfallecer". (Fernando Savater, Ética para Amador)

miércoles, 12 de agosto de 2015

Me he sentado en tu mesa en más de una oportunidad. He degustado los manjares más sublimes de tu propio plato. Del mismo modo, he bebido los vinos más finos de tu propia copa. He saciado mi hambre y mi sed con tus alimentos y tus jugos. He defendido tu nombre cada vez que te han ofendido en tu ausencia porque así lo creí justo. Te has atrevido a mirarme a los ojos sin mostrar un poco de vergüenza ni arrepentimiento. Me has mirado y me has dicho con una voz pausada que todo estará bien. Te he creído, a pesar de todo. Tus manos tibias sostuvieron mis manos heladas y temblorosas cada vez que la neblina cubría el paisaje. Tus años le dieron la confianza a mi inexperta juventud. Tus oídos escucharon palabras que mis labios pronunciaron en mis momentos más amargos, trágicos y funestos. Te he buscado en mis momentos más gloriosos y dichosos. Has estado en contacto con mis peores enemigos y has disfrutado de su compañía; les has sonreído. ¿Y yo qué he hecho? He dejado atrás a todos aquellos que me han suplicado que me aparte de ti, pues alegan que en tu corazón existe un agujero negro capaz de destruir toda la confianza de un supuesto conocido. No he querido creerles. Sin embargo, he comprobado, recientemente, lo ruin y malvado que eres. Tus labios corrieron más de prisa que tu razón y me has traicionado. Has contado mis verdades a quienes has querido. Te has regocijado ante mi desgracia y no sientes ni un poco de culpa. Me has dañado gravemente y has sonreído, pero no has tenido la decencia de sonreír para tus adentros, sino que me has mostrado tu asquerosa sonrisa. He decidido olvidarme de tu traición y continuar con nuestra amistad de antaño, pero hoy me he vuelto a despertar con muchas dudas. Hoy he vuelto a odiarte y despreciarte. Me has mirado a los ojos y me has dicho que toda acción que cometiste fue por mi bien. Te he gritado, juzgado e insultado, pero nada de eso ha sido suficiente para esfumar esa estúpida sonrisa que llevas en el rostro. Lo único que te enfada es saber que he escrito en tu contra y que cualquiera puede descubrir la verdad. Te mortifica que por lo menos una persona haya escrito en tu contra cuando todos los demás te dedican odas y artículos a tu favor. Te incomoda que por lo menos una persona haya descubierto cuán hipócrita, narcisista y embustero puedes llegar a ser. He vuelto a odiarte porque no has sabido explicarme tu estupidez.

P. A. Zumaeta